En dónde estamos?

 Es una cuestión de identidad? 

Nuestra cultura que nos la da?  

Traemos el pasado, 

vivimos en el presente,

caminamos al futuro?

Es preciso pensar en la raíz de la palabra cultura, esta se asocia al “cuidado, la honra, el cultivo”. Es tiempo de verlo desde lo social y podemos decir que es “el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, o de un grupo social”. Pero quizás la definición que nos precede es que es el “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”. 

Entonces, la pregunta inicial sería; ¿por qué dejamos de lado nuestra cultura?, si vemos en ella la posibilidad de ser en todo lugar y momento, es decir la que nos da identidad. Y hoy en pleno siglo XXI hemos dejado de hacer juicios críticos y ya no tenemos problema con “identificarnos” culturalmente con los gustos, características y saberes de otros. Negando la idiosincrasia que tenemos por nacer en un contexto lleno de contradicciones y tiempos específicos. 

Este tiempo es el resultado de nuestras propias negaciones que son alentadas por la globalización que nos consume, y nos da su discurso engañoso, de “avance, cambio, crea, y crece” sin importar a los que tienes alrededor, olvidando el costo que tiene la verdad o la facilidad de la mentira. 

Por eso crecemos y avanzamos mutando como serpientes a lo que demanda la sociedad, lastimosamente caemos en sus redes con mentiras y engaños desde el uso de la tecnología. ¿Esta es necesaria, indispensable, vital o solo es la consecuencia de nuestra decadencia? Perdimos, y hoy no somos transparentes, la pandemia Covid19 alentó el monstruo que estaba callado dentro de nosotros, si, hoy estamos saturados, enfermos y no entendemos que el descanso es volver a lo sencillo.

Aquella pequeña acción que nos muestra que la vida la componen actitudes y formas de relacionarnos, como lavarnos las manos, limpiar nuestros pies antes de entrar a casa, saludar y agradecer. Hoy seguimos entrando en el terreno de este principio «todo me es lícito, más no todo conviene», la tecnología permite crecer en muchos aspectos de la vida pero ¿somos dependientes de ella?

Quizás si, quizás no, pero está roba nuestra identidad, nos robotiza y en ocasiones no idiotiza al volvernos mecánicos del like, pasando uno tras otro tik tok o reels de menos de treinta segundos, y llegando a la mesa a compartir con otros, pero sintiéndonos cansados de esa cultura, de la mesa, de la familia, la donde no soy el centro de mi propio ego, donde hablar se vuelve harto y agotador, porque conversar ya no es lo que tenemos para reconocernos, sino es más bien un ruido ensordecedor de normas, conductas que debemos seguir. 

Preferimos un audio de dos minutos en el que pulsar el botón  x2 es prácticamente no oír lo que en esencia me dice el otro. Es negarnos a la aceptación del mundo, a pensar, a reflexionar y cambiar, nuestra cultura pop nos desarraiga la identidad que hemos construido como individuos, comunidades y aún como nación, que desde las creencias o los pensamientos particulares, podemos construir espacios que nos identifican, como hermanos, hijos, padres, amigos, trabajadores e incluso como individuos que somos, y que gracias a nuestros antepasados podemos pensar de formas sencillas. 

Ejemplificando no solo las tradiciones sino los orígenes como lo hace la gastronómica, la cual confirma que aunque se han hecho inovacciones en esta y que resultan placenteras al paladar, siempre se vuelve a los sabores tradicionales.

Y eso mismo deberíamos pensar nosotros como sociedad, como seres humanos con nuestras costumbres, donde éramos más empáticos y menos egoístas, oíamos más, y callábamos, compartimos la mesa y aguardamos hasta que el último se siente a comer, y sentimos una satisfacción extraña, creyendo en que la esperanza, la fe, el amor con el otro nos acercan los unos a los otros y que con un abrazo, un beso, una palabra damos valor al otro, y no con el like.

Que no se entiende si te gusta, divertirte, asombra una noticia catastrófica, donde vemos lo decadente que somos y nos sentimos identificados, porque ¿en donde estamos? Es muy difícil diferenciar lo que es bueno de lo que es malo o si lo apruebas o la promueves. Ya que caemos en la narrativa digital de alcance sin contenido y valor sin sacrificio.Por eso, pensemos, acerquemos, compartamos y creamos con el otro, con ese camino de futuro que nos llama a tener un juicio crítico, para entender lo que en verdad necesitamos y no nos vendría mal. 

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